El viento desfigura las
palabras sin remitente…
Los truenos enmascaran el
último aliento de la lágrima …
La cara sepulta el voraz
insomnio del rostro…
La caricia olvida el
movimiento cuántico de los
dedos…
Los dioses pierden el tuétano
de los dados por azar…
La pupila continúa amando la
rotura en los espejismos…
La sangre de las bestias
dejaron de domesticar el
esperpento humano en los
naufragios de la conciencia…
La piedra es la única que
tropieza con el mismo
hombre…
Las aceras siguen
apadrinando los glóbulos de
las bombas…
La bala no recuerda el índice,
el índice la mano, la mano su
brazo, el brazo el ser humano
y el ser humano no recuerda
porque:
El voraz insomnio del rostro
desentierra la cara…
La rotura en los espejismos
continúa odiando la pupila…
El movimiento cuántico de los
dedos recuerda la caricia…
La respiración de los árboles
ilusiona al libro…
El tuétano de los dados
gana dioses por azar…
Las palabras sin remitente
moldean el viento…
El hombre no es el único que
tropieza con la misma
piedra…
Los glóbulos de las bombas
siguen fecundando las
aceras…
Los naufragios de la
consciencia insisten en
domesticar el esperpento
humano en la sangre de las
bestias…
El último aliento de la lágrima
manifiesta los truenos,
donde:
El ser humano recuerda al
brazo, su brazo la mano, la
mano el índice, el índice a la
bala y la bala recuerda
por qué este poema no te
mata sino la velocidad
con que te lo lance…