El mejor escondite es la cordura

Si existe un personaje capaz de seguir cosechando éxitos para aquellos que saben captar su verdadera esencia, es el Joker. No es de extrañar que su última versión cinematográfica se haya convertido en la película de clasificación R más taquillera de la historia. Y es que el atractivo del payaso loco nunca pasó desapercibido. Aunque para contar su historia, ya sea desde dentro o desde fuera, se requiera, si se pretende hacerlo en serio, del valor para adentrarse en un terreno cuya inestabilidad podría pasar factura. Un lugar violento y peligroso al alcance de la fortaleza de muy pocas mentes. Lo que viene a ser un caramelo irresistible para el escritor y guionista Brian Azarello.

Por Manuel Nuño

Tres años después de la publicación de la miniserie Luthor: El hombre de acero (DC Comics, 2005), el tándem formado por Azarello y el dibujante Lee Bermejo unió fuerzas de nuevo para acometer la tarea de convertir en protagonista a otro de los supervillanos más conocidos del universo DC. Como no podía ser de otra manera, esta vez le tocó el turno al Joker, con una novela gráfica homónima publicada por DC Comics en 2008.

Al igual que en la mayoría de sus versiones, el Joker vuelve a ser ese personaje mezquino y desquiciado. Su procedencia es, como siempre, un tanto confusa, al igual que sus aspiraciones y metas, que nunca estuvieron del todo claras. Me atrevería a decir que es uno de los personajes más impredecible del universo del cómic. Una mente desequilibrada con un peculiar sentido del humor, sádico y extremadamente inteligente. Un perfecto sociópata que está por encima del poder y del dinero. Es, en definitiva, un alborotador, un maniaco que hace de Gotham su particular patio de recreo. Como él mismo se define en El caballero oscuro (The Dark Knight. Christopher Nolan, 2008) muy acertadamente: es un agente del caos. Y en esta versión no iba a ser menos por ser el protagonista. Todo lo contrario. Joker al cubo.

Joker Azzarello - Maldita Cultura Magazine

Viñetas del cómic Joker, de Brian Azzarello y Eduardo Risso.

Brian Azarello, creador de 100 Balas (Vertigo, 1999-2009), serie que lo catapultó a la fama mundial junto al dibujante argentino Eduardo Risso, nos ofrece en esta ocasión al archienemigo de Batman en la versión más cruda, violenta y gangsta que hayamos visto nunca. Los que tengan la suerte de haber degustado alguna de sus obras anteriores sabrán por dónde van los tiros. En palabras del autor: “Es la historia más violenta que he escrito nunca”. Nada más que añadir.

El argumento es sencillo. Han soltado al Joker del hospital psiquiátrico de Arkham (no sabemos muy bien por qué). Como era de esperar, los capos mafiosos han aprovechado esa ausencia para expropiarle y repartirse su imperio. Ahora toca recuperarlo. Para ello, el Joker tira de agenda y vuelve a reunir a algunos de los villanos cazamurciélagos más conocidos de Gotham. Junto a Harley Quinn, Killer Croc y el Pingüino inicia la reconquista del territorio robado, dejando tras de sí un reguero de sangre, muerte y destrucción. Dos CarasEnigma tampoco quieren perderse la fiesta. Y Batman… Bueno, digamos que el hombre murciélago se lo toma con algo más de calma que de costumbre; no quieras saber más.

A diferencia de Luthor, la historia aquí no la narra su protagonista. Meterse en la mente del Joker no es tarea fácil, por lo que Azarello se sirve de recursos y deja que el trabajo de conductor lo realice Jonny Frost, chico de los recados con grandes aspiraciones y turbio pasado que ejerce de coprotagonista siempre al lado del Joker. Es una especie de chófer y guardaespaldas que, aunque demuestra sobrada ambición, parece que no sabe muy bien en dónde se está metiendo. Y es que los métodos del Joker pueden quebrar las férreas aspiraciones de un matón concienciado.

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El estilo neo-noir de Azarello se hace palpable en cada diálogo. Gotham City se nos muestra más siniestra, oscura y peligrosa que nunca, con el Joker libre y desbocado quemándola a su antojo. La estética de la violencia, el humor negro y el desarrollo de la trama beben innegablemente de referencias tarantinescas, incluyendo guiño en forma de mcguffin.

Otro plato fuerte, sino el principal, es el impresionante dibujo, a cargo, como ya hemos dicho, de Lee Bermejo. Realmente espectacular. Sabe transmitir de sobra la atmósfera lúgubre y asfixiante de los bajos fondos en los que se desenvuelve la cruenta venganza. El diseño de Gotham, rematado con el magnífico entintado de Mick Gray (galardonado con el premio Eisner) es de un realismo soberbio. Lo mismo ocurre con los personajes. Es innegable el parecido físico del Joker de Bermejo con el Joker de Nolan (interpretado por el fallecido Heath Ledger). Aunque no está del todo claro quién se basó en quién, todo apunta a que las mejillas rajadas se materializaron antes sobre el papel, ya que Bermejo estuvo trabajando en sus viñetas durante al menos dos años antes del estreno de la película El caballero oscuro.

El tercer integrante del equipo de dibujantes es la colorista Patricia Mulvihill, con la que Azarello ya trabajó anteriormente en su aclamada 100 Balas. Con otro premio Eisner en su haber, la diseñadora e ilustradora neoyorquina desata en Joker todo su potencial artístico y su absoluto dominio del color. La mezcla de distintos estilos y técnicas es un auténtico manjar visual que invita a detenerse y apreciar cada una de las viñetas, sobre todo aquellas de tono pastel que prescinden casi en su totalidad de la línea de contorno. Un trabajo artístico sobresaliente y realmente sugestivo.

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Con todo, habrá quien eche en falta al Joker más bromista e ingenioso. Algo más del estilo de aquel tipo que nos mostraban Alan Moore Brian Bolland en Batman: The killing joke (DC Comics, 1988). El Joker de Azarello ríe menos y está más cabreado. Asistiremos a momentos íntimos nunca vistos e incluso es posible que le veamos derrumbarse como nunca antes lo había hecho, al menos en público. Aun así, este Joker derrocha potencial y personalidad. La locura y el sadismo del personaje quedan perfectamente plasmados en esta interesante versión. Azarello y Bermejo nos conquistan una vez más con una novela (gráfica) negra tan deslumbrante y brutal como su propio protagonista.

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Por Manuel Nuño

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