Don Tomás puto amo

¿Crees saber lo que es la locura?
 Habla con mi exmujer. Ella lo sabe. O cree saberlo.
 Porque no volvió a ser la misma desde aquella Nochebuena en casa de mis padres.
 Me lo recuerda desde su cama de hospital. Su nuevo hogar desde hace unos cuantos años.
El sistema nos tiene acostumbrados. Nos cuentan historias de Navidad repletas de elfos, bolas de nieve y renos de nariz roja. Familias enteras que se sientan a la mesa para comer sopa de pescado y lechazo. Da igual si te llevas mal con tu cuñado. O que tu abuela sea un vegetal moribundo que babea por encima de la servilleta que tu hermana la vegana le ha colocado bajo el lema ‘Dios bendiga esta planta’.

Fuimos a su casa porque aquellas navidades mamá estaba muy afectada. Mi padre, Don Tomás, había desaparecido en extrañas circunstancias. Sufría demencia. Tenía la memoria de uno de esos peces pene que intentan conquistar nuestras playas y fecundar a todas nuestras mujeres. Pero a mamá le gustaba pasearlo. Lo llevaba en su silla de ruedas al mercado y lo dejaba atado en el aparcamiento de patinetes eléctricos. Y después le ponía sus gafas de sol y le hacía sostener una gorra y un cartel que decía ‘Pedro Sánchez lo hizo bien’. Y siempre que volvía podían ocurrir dos cosas.
 O tenía un montón de las nuevas pesetas en la gorra o se le meaban encima.
 O le daban el sueldo para todo el mes o hacían de su boca un inodoro.
El marido de Schrödinger.

Hasta que un día nos contó que salió del mercado y se lo habían llevado. No nos dio más explicaciones.
 Así que mi exmujer canceló nuestra escapada navideña al Balneario de Solares y pusimos rumbo a Torrenueva, el pequeño islote que apareció entre Baleares y Murcia gracias al cambio climático.

A la cena asiste mi pequeña familia.

Primero mi hermana Lola, que ahora se llama Lxlx. No come cosas que proyecten sombra y mantiene una relación con Sire, la voz de la última actualización del YouPhone.

—Es solo sexo —nos explica.

Después el tío Paco, excomandante del ejército Abascal que lideró la primera línea de infantería de la Segunda Guerra contra Gibraltar. Nos dice:

—Perdí amigos en aquel infierno.

Dice:

—Esos llanitos me obligaron a comer paella de chorizo y nutella.
 Trae a mi abuela Encarna en una silla de ruedas parlante porque las células madre han conseguido erradicar el cáncer y convertir a los ancianos en vegetales de 150 años sin habla.

—Más villancicos no —dice la silla—. Dejadme morir tranquila.

Y mi hermana se ríe y le limpia las babas que escurren de la comisura de sus labios muertos.

Por último llega mi tía, la exmonja que la Comisión Cristiana de Torrenueva expulsó del convento por devorar la pierna de una de sus compañeras. Nos dice:

—El cuerpo de Cristo sabe mejor con tabasco.

—Ya estamos todos —dice mi madre emocionada. Y entonces trae los entremeses que compró en el Corte Francés porque lo inglés evoca en mi tío el sonido de los disparos y las bombas. Ha comprado Oxígeno Democrático con Libertad de Expresión para mi hermana Lxlx que ahora mete la lengua en el altavoz de su Smartphone mientras dice ‘‘besas mejor que mi profesor de feminismo’’.

Quiero pepinillos en salmuera, dice la abuela mientras mi madre le inyecta puré de tofu por vía intravenosa.

Mi tía la exmonja observa el plato de percebes y desvía la mirada hacia la mano de mi exmujer y le dice:

—Se parecen a los tuyos.

Mi tío mira su plato de muslos de pingüino. Después de la última helada es el único ave no extinto. Separa la carne del hueso y la desmiga hasta convertirla en una pasta grumosa y grasienta porque solo le queda una muela.

Y cuando hemos terminado los entrantes mi madre se levanta y nos dice que va a por el plato principal, así que ahora trae una fuente humeante con algo que se parece al cordero. Mi tía la exmonja dice:

—Huele bien.

Dice:

—Huele bastante bien.

Y mi tío olfatea por encima del asado y nos dice que le recuerda a La Línea De La Concepción. Nos dice:

—Huele como el silenciador de una M-50 después de dispararla en el culo de un llanito.

Mamá reparte los trozos de carne en los platos. Mi hermana se pone sensible y nos dice que ojalá papá estuviera aquí para cagarse en Dios. Y mi madre le dice:

—Estará siempre con nosotros.

Mi tía la exmonja empieza la primera. Agarra su cacho de carne por el hueso y se lo mete entero en la boca. Lo destruye entre sus fauces y podemos ver restos de tendones y ternillas en los huecos de entre sus dientes. Y con la boca llena y abierta nos dice:

—¿Tenéis tabasco?

Y entonces la abuela gime por el altavoz de su silla parlante y señala con su dedo huesudo y muerto la ración que tío Paco está a punto de llevarse a la boca. Y tío Paco se fija en su trozo y dice:

—Aquí pone algo.

Y todos escuchamos a mi tío pronunciar el silencio que viene antes de la tormenta.

—Don Tomás puto amo.

Todos se quedan callados y mi tía la exmonja dice con la boca llena:

—Mirad —dice. —Una uña del pie.

Entonces Lxlx inclina la cabeza hacia un lado y vomita en el regazo de su abuela medio muerta. Mamá que lloriquea y nos dice que era una sorpresa y mi tía la exmonja que salta la mesa y ataca la mano de mi exmujer y le arranca los dedos de cuajo y se traga el anillo que le regalé por nuestro aniversario. La abuela que pulsa el botón equivocado y su silla de ruedas ahora habla en inglés muy cerrado, así que mi tío Paco se levanta de la mesa y nos confunde con llanitos armados y coge su cuchillo y lo clava en el YouPhone de mi hermana Lxlx, y el ordenador de a bordo de la abuela se ha vuelto tan loco que ahora canta villancicos. A mi exmujer ya le faltan las dos manos y parte del pie izquierdo. Va a quedar hecha un asco si mi tía sigue mordiendo así que pego un grito para que todos paren y entonces digo:

—Basta.

Grito:

—Es la última vez que traigo gente a esta casa.

Por Mario Requejo

Qué bonita y qué fea y qué graciosa y qué triste esta canción.
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