Diógenes y la limpieza del placard

Guardo,

filamentos de silencios fosilizados,

cadáveres en el tuétano de las pupilas,

un aliento cercano al horizonte

que flota en el vórtice de los anhelos.

 

Guardo,

un encuentro radiactivo

en radiactivos encuentros,

la radiografía de un suspiro,

un verso inverso.

 

Guardo,

un vaivén de esperas,

corales de dedos,

la indigestión del sueño,

una explosión nuclear entre lagos y piernas.

 

Guardo,

tumulto de chicharras
en aladas preguntas,

cascadas de escombros,

un parpadeo de angustias triangulares.

 

Guardo,

tragedias taquicárdicas,

cómicos arrítmicos,

espejismos de infinito psicoanálisis,

la síntesis de crisis gris.

 

Guardo,

abismos envasados al vacío,

espiral de mordiscos,

roturas sacudidas,

un tenedor para esta sopa espesa de sombras.

 

Guardo,

la sobredosis mímica del grafito,

enfrentamientos a cobro revertido,

rabias arraigadas al rasguño,

maraña de ventrílocuos sin ventrículos.

 

Guardo y guardo,

el lamido disonante

entre la herida y la cicatriz,

alas anilladas para este poema

que si regresa, vuelva a reconocer su rostro.

 

¡Diógenes, algún día,

tendrás que hacer limpieza

en tu reinado de los sentidos,

en el placard de nuestra memoria.

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