Sobre la paidofobia o el “odio a los niños” emergente

Tristemente todos conocemos bien los términos xenofobia y homofobia, incluso otros como heterofobia, gerontofobia o transfobia. En la actualidad, se está oyendo el término popular de “niñofobia”. Parece estar convirtiéndose en un ítem social de cierta relevancia. Si bien esta cuestión nos resulta, de inmediato, interesante, no nos debe llevar al engaño lo que hacen los medios de comunicación con este tipo de información: viralizarla. Conocemos de sobra el poder de los medios para amplificar situaciones que en ocasiones son sólo casos particulares sin posibilidad de generalización, pero a través de los cuales buscan construir la realidad social, producir la ilusión de realidad, pues el paradigma mediático que impera ya no es el de la premisa inocente y muy obsoleta del knowledge is power, sino la de definir es poder. Así lo expresa, entre otros, Roberto Bergalli e Iñaki Rivera en su trabajo Emergencias Urbanas (2006). Hasta tal punto la información y el periodismo se están reduciendo a un simple espacio meme de la cibercultura, que se hace necesario comenzar el tema con esta breve reflexión. Al menos esa es la impresión obtenida tras rastrear hemerotecas en busca de nuestro objeto de estudio: la misopedia o paidofobia. Pedofobia, si lo traducimos correctamente, pero no suena demasiado bien y perdemos un término muy útil, poco explotado/explorado hasta la fecha. Por eso nos gustaría emplearlo aquí para aunar una multiplicidad de hechos que están a la orden del día.

«Maxima debetur puero reverentia»

Juvenal, (Sátiras, XIV, 47)
 

Por Rubén G. Herrera

«No se admiten niños»: el cuidado de hijos en entornos públicos

Uno de los artículos de opinión más leídos recientemente sobre las nuevas fobias hacia los niños lo escribía el guionista televisivo Javier Meléndez en el magazine Yorokobu. El tono humorístico del artículo es intencionado, pues éste (el humor), en el fondo, también parece ser el origen del fenómeno: nos cuenta Meléndez que ha sido la televisión la que «ha certificado, a su manera, que se acabó el tabú de hablar contra los niños y contra la infancia» y a su vez, es ésta la que ha convertido este fenómeno en un «nicho de mercado». Su artículo nos trae de inmediato a la cabeza el célebre monólogo de Dani Mateo: “La hostia bien da” (2012), entre muchos otros. El aspecto más destacado de este hecho, según el autor, es la “comercialidad” de este tipo de discurso. Meléndez lo toma como una consecuencia inmediata, porque, según dice, para que una corriente de pensamiento o una moda interese a la televisión, los seguidores deben sumarse por millones. Para el guionista, la fórmula es bien sencilla: Millones de espectadores = Mayores ingresos por publicidad.

Dejemos el humor de momento, ya volveremos a él más abajo, aunque no debe ir muy desencaminado Javier Meléndez, cuando podemos ver con facilidad un cambio de tendencia social en lo que a la representación social otorgada al cuidado de los niños se refiere, sobre todo cuando esta cuestión sobrepasa el ámbito privado o doméstico y se convierte en algo que afecta a los espacios públicos. Aquí es donde se entronca con todo tipo de problemáticas sociales emergentes en todo el mundo.

Uno de los más enrevesados es sin duda el de la lactancia materna, que divide a la población entre los que ven en este acto una forma de escándalo público y los que lo ven como un hecho exento de repercusión social. Como es habitual, la situación trasciende primero hacia los aspectos más puramente económicos. En este sentido, las empresas o fabricantes de productos de bebés se han constituido como un verdadero lobby.

En los últimos años existe una búsqueda por parte de determinadas empresas en convertir la lactancia materna en un fenómeno perjudicial para la salud; argumentario que ha generado la emergencia de grupos que se autodenominan “lactivistas”. Sonado fue su nacimiento allá por 2010, cuando un reportaje del diario El Mundo, en concreto, su suplemento dominical Magazine, desató un avalancha de críticas. El diario publicó un compendio de mentiras sobre la lactancia materna que hizo saltar las alarmas sobre prácticas lobbysticas de las empresas lácteas que en este diario se anuncian. Que la lactancia materna es perseguida nos suena estrambótico, pero es una realidad. Y es que en EEUU una mujer puede ser perfectamente detenida por dar el pecho a su hijo en espacios públicos. Hasta 12.000 detenciones se produjeron en 2010 en EEUU por este motivo.

Paidofobia - Lactancia en público - Maldita Cultura Magazine

La forma en que la sociedad acepta o rechaza la visibilidad del cuidado de los niños (bebes, en este caso) en los espacios públicos dice mucho de la cultura y educación de la población. Y esto ha cambiado a corto plazo. Uno de los primeros establecimientos en colgar «no se admiten menores de 12 años» en España, en el año 2011, recibió fuertes críticas de personas e instituciones. El denominado “derecho de admisión, que está regulado por ley, pero tiene una base ética bastante difícil de concretar, si bien, esta normativa tiene la obligación de contemplar la primacía de ser ejercida con respeto a la dignidad de las personas y a sus derechos fundamentales. Vemos, por ejemplo, este mismo año, en el Diario de Sevilla, opiniones vertidas bajo el fundamento de que se está «luchando contra las malas pedagogías de algunos padres», y de este modo, los medios de comunicación promueven la legitimidad de estas acciones, en la búsqueda de un consenso público a favor de las empresas. La pregunta que trasciende aquí, verdaderamente, es: ¿Se debe “prohibir” la mala educación? Esta confusión en los medios de comunicación, entre el ámbito de la tolerancia y el ámbito de la legalidad, ¿es deliberadamente malintencionada de cara a posicionarse a favor de las empresas anunciantes?

La reivindicación de los padres contra la dinámica a excluir niños de determinados espacios (vuelos, bodas, hoteles, restaurantes…) también se ha venido incrementando estos años, convirtiéndose en el aspecto más sonado de lo que aquí englobamos bajo el neologismo de paidofobia. Pero el desprecio infantil emergente alcanza nuevas formas de comportamiento social, e incluso nuevas metodologías educativas, como vamos a ver a continuación.

Construcción de paidofobia en el rol paterno: los “padres trolls” en Internet

Hemos hablado de la importancia del humor en el tabú de hablar contra los niños, y este es un caso que va aún más allá. El parentesco y el modelo de familia nuclear está siendo reconstruido constantemente en el acomodado “Primer Mundo”, donde los padres están tomando una actitud proactiva ante el reto de la educación y crianza de los niños, que hoy tiene un matiz inaudito: la presencialidad y exposición de los menores en Internet y su uso desde temprana edad. A efectos de este nuevo dilema, los padres están tomando medidas, en algunos casos, muy contundentes: el castigo público. A este fenómeno lo podemos denominar padres trolls, pues es la mejor forma de encontrar en Internet estos casos de padres que maltratan a sus hijos y lo suben a Internet, como forma de mofa. Es sencillo encontrar miles de ejemplos en Google o Youtube de este tipo de virales en la red,  donde a menudo, hay lecturas interesantes, especialmente, sobre hábitos de consumo y abuso del poder adquisitivo de los hijos, que a día de hoy requieren todo tipo de accesorios para llevar una vida “normal”: los últimos avances tecnológicos (los nativos digitales son la generación smartphone) se suman a esta larga lista creada por las tradiciones hiperconsumistas del siglo XX (alimentación basura a la carta, imposición de marcas de ropa como las deportivas, excesos de consumo televisivo y de ocio electrónico).

¿Qué podemos decir de este “código educativo”? Que es polémico, cuanto menos. Pero también un asunto histórico que tiene que ver con la rigurosidad del modelo sociocultural de padre/madre. El archiconocido psicoanalista esloveno, Slavoj Žižek, ha tratado esta materia en frecuentes ocasiones, nunca exento de polémica. Como en el caso del documental homónimo, Žižek (2005, Zeitgeist Films). donde el pensador criticaba severamente lo que él denomina el «rol permisivo del padre posmoderno», y ha desarrollado metodologías de recompensa o castigo que, según cree, son mucho más coherentes para con los avances en psicología infantil.

El, a menudo tan autoparódico, “filósofo de la anarquía” piensa en la importancia de recuperar elementos de la figura autoritaria del padre, y la importancia del “miedo doméstico” para generar una herramienta social muy útil como es la cautela y la premeditación. Žižek, como siempre, da que pensar.

El elemento “enculturador” de estos actos puede ser englobado en el neologismo “paidofobia” en la medida en que se parte de un desprecio hacia la actitud de los infantes; en lugar de negar o reprimir socialmente esta sensación, algunos padres deciden manifestar abiertamente que la crianza y cuidado de los niños es un proceso muy completo y no exento de sensaciones con las que no se sienten cómodos, pero ante las que tienen que actuar. Los padres, al fin y al cabo, están reinventando constantemente su modelo de educación, perfilándolo, tomando cartas en el asunto de la educación de sus hijos ante un problema de primer orden como es la distancia generacional. De este modo, tanto los padres como los hijos, deben ceder en esta guerra simbólica, y algunos efectos ya se hacen notar: la representación, antaño habitual, de los “niños mimados” (ninis, hikikomoris, etc.) pasan a ser un modelo de representación social mal vista, y frente a ello, los padres han decidido tomar cartas en el asunto e incluso recuperar un “arma” que habían perdido”, podríamos decir, en sentido figurado. Nos referimos al poder de Internet, para apremiar públicamente a sus hijos, en lugar de los tradicionales castigos, ineficaces en su mayoría; como podría ser la agresión física.

El efecto rebote de ciertos padres, movidos a hacer lo que podría considerarse bullying hacia sus propios hijos es sin duda un fenómeno de gran significación, que escapa de cualquier discurso institucional, pues difícilmente ninguna empresa relacionada con el cuidado infantil, pública o privada, podría asumir estas prácticas como válidas en ningún caso, por el bien de su propia imagen corporativa. Pero, en cambio, aquí podemos detenernos a pensar por qué los “padres trolls” son un movimiento mundializado y tan frecuente.

De nuevo volvemos al terreno mediático para ver qué valoraciones se hacen. En junio de 2015, la BBC destacó algunos de los mayores virales en Internet de este fenómeno. Entre ellos, destaca el caso de Wayman Gresham. En su vídeo, con más de 23 millones de visitas, está de pie junto a uno de sus hijos con una maquinilla de afeitar. «Le voy a enseñar una lección a mi hijo», dice mientras el pequeño se muestra con la cabeza baja. Pero justo antes de empezar a cortarle el cabello. Gresham se detiene y dice «espera un momento, ven aquí hijo, dame un abrazo». «De ninguna forma avergonzaría a un hijo mío así», dice ante la cámara. «La paternidad empieza antes de llegar al punto en que se pierde el control».

Slavok Zizek Paidofobia - Maldita Cultura Magazine

En la prensa española, también ha sido frecuente encontrar este recurso del “padre troll” como algo noticioso, viral, o “trending”, pero siempre como una actitud deleznable, como vemos frecuentemente en algunas cabeceras (Chris Martin, el «papá troll» que vacila a su hija imitando las poses «sexys» de sus «selfies»).

En el artículo de la BBC de 2015 se incluye la apreciación de una psicóloga infantil, Karyl McBride, quien «no cree que haya alguien en el campo de la psicología y salud mental que diga que humillar públicamente a un niño es apropiado». Sin embargo, resulta reduccionista pensar que todos estos casos se amparan en la intención de humillar, como supone el claro ejemplo de Wayman Gresham. Internet ofrece, a menudo, un complejo universo semántico donde se yuxtaponen infinitas lecturas posibles; narrativas de un espacio multidimensional que sirve de apoyo para gestionar las vidas reales y sus complejidades: entre ellas, el reto del cuidado infantil. Debemos, por tanto, tratarlo con una gran amplitud de miras.

La crisis de autoridad en la educación

En Hijos tiranos o débiles dependientes: El drama del hijo sobreprotegido (2011) la reconocida psicoterapeuta Marta Alicia Chávez analiza cuáles son los factores que originan esta trágica y peligrosa «crisis de autoridad», que aqueja a numerosos padres en todo el mundo desarrollado. Por desgracia, entre los innumerables aspectos a los que hace mención, la autora no recae en la importancia de la marcada institucionalización de la enseñanza, que hace que los padres consideren que la responsabilidad educativa recaiga exclusivamente sobre el Colegio o Escuela. Esto es algo que muchos países del norte de Europa han aprendido: la existencia de espacios de educación formal, en cambio, no debe limitar la educación doméstica que los hijos deben recibir. Pero sucede además que esta “paidofobia” generalizada también se da en la escuela, donde también existe una pérdida de autoridad de los profesores, ante el temor o reprimenda de las APAs. Incluso, en los últimos años ha emergido la organización de Padre o Profesores Maltratados.

Hacia un modelo DINKS universal

El futuro en los países del Primer Mundo tiende (y seguirá haciéndolo) hacia el modelo de familias monoparentales o, a las parejas DINKS (Double Income No Kids, es decir, “doble salario sin hijos”). No sabemos aún si de manera irreversible. Esta tendencia no tiene por qué ser una degeneración del modelo de relación social, ni nada que resulte denunciable en sí, si no se tiene la mentalidad anquilosada de un conservadurista. Pero sí ofrece datos interesantes. Un informe de la agencia IGNIS en 2012 reveló que los DINKS gastan entre un 30 y un 60% de su sueldo en hostelería. Unas líneas más arriba veíamos algunos ejemplos de cómo este sector ejerce presiones mediáticas contra los padres. Eso explicaría, en parte, cómo este sector está promoviendo culturalmente el “childfree” o directamente, el odio hacia los niños. De hecho, hay un debate en el ámbito anglosajón sobre la legitimidad de ciertos grupos denominados CFers (Childrenfree-ers). Uno de los portales divulgativos más premiados recientemente, Imperfect Parents, ha denunciado ampliamente estas prácticas. Su desarrollo de la educación infantil va en la línea de lo que intentamos desarrollar aquí. Ya en su cabecera indica «Sólo porque amas a tus hijos no significa que siempre tengas que quererlos». Toda una declaración de intenciones.

Una conclusión evidente y una especulación hiperbólica

Actualmente, la sociedad parece estar dividida en dos posiciones intensamente marcadas en torno a los hijos y que aún reside tanto en códigos culturales como en normas de conducta por todo el planeta: por un lado, la descendencia vista como un tremendo gasto y despilfarro de dinero (en el mal denominado “Primer Mundo”); por otra, la de los hijos como un recurso humano (en los países “en vías de desarrollo”). Es reduccionista, sin duda, ver la crianza desde estos contrapuestos punto de vista, ambos tan estrictamente materialistas, pero nos ayuda a entender fenómenos como el de la creciente tasa de abortividad en mujeres jóvenes y otros acontecimientos que desembocan en la mencionada pérdida degenerativa del rol y la responsabilidad del cuidado infantil.

Hemos intentado rescatar el concepto paidofobia, en el fondo, poco usado, o usado muy genéricamente para referirse al “miedo a los niños”, algo más bien propio de una película de Narciso Ibáñez Serrador. El motivo es poder aunar un conjunto de fenómenos que ocurren en numerosas sociedades, no sólo occidentales, sobre cómo interpretan la crianza y educación de los niños en contextos actuales donde, más que nunca, el factor económico o las tendencias socioculturales se han intensificado y donde a su vez, se ha abandonado esta función como una responsabilidad tradicional de los sujetos activos (padres). La conclusión es por tanto, que debemos hacer un esfuerzo para relativizar la capacidad institucional o la “voz experta”, dado que los casos planteados nos sugieren que no son suficientes para los problemas que tienen lugar en el ámbito educativo, pues evidencian que lo estamos haciendo bastante mal.

Y esto es lo que entronca con la enunciada “especulación” que nos aventuramos a hacer aquí: que el discurso institucional (médico, publicitario, periodístico, social y hasta humorístico…) está promoviendo una especie de “giro malthusiano” en la reproducción y crianza, orquestado por el miedo a la superpoblación y al cambio climático. Seguramente les parezca una exageración para cuadrar el círculo; y lo es. Pero tranquilos, no partimos de una moral conservadora, no somos del Opus Dei, partimos de las teorías del Parentesco, uno de los pilares de la Antropología Social y Cultural.

En este sentido, debemos recordar cómo la Antropología hace décadas que anunció el fin del “parentesco” como forma de conceptualizar a la cultura tradicional en todo el mundo, por mostrarse incompleto, inservible a la hora de interpretar fenómenos como los aquí vistos. Entre las principales propuestas de “renovación” que vivió esta materia encontramos la del concepto de la antropóloga británica Janet Carsten, “Relatedness”, en la medida en que comprendió los modos particulares de establecer relaciones, vínculos y conexiones entre personas: formas de generar similitud o diferencia de la gente. Esto supuso toda una revolución teórica y cultural, al entender que es la afectividad, y no la consanguinidad, el principal patrón de relación entre las personas. En esta línea es donde debemos todavía avanzar: en la comprensión de la construcción dinámica de los roles paternos y maternos, que pasa por la expansión de “lo educativo”, más allá de las medidas en materia de políticas públicas, para la resolución de los problemas sociales. Es oportuno rescatar la opinión de investigadores de esta materia, que en España abundan, como la doctora en Sociología, María Isabel Jociles Rubio, quien ha enfatizado en numerosas ocasiones la llamada «desvalorización de los saberes profanos», como en muchos ámbitos, también en la crianza y la educación de los sujetos, «en detrimento de los sistemas expertos». Con sistemas expertos, se refiere, por supuesto, a la delegación cada vez más absoluta, de todos los ámbitos educativos, a: profesores, guarderías, pedagogos, y, por supuesto, a las tecnologías, como sustitutos de los padres.

A grandes rasgos, todo este tipo de reflexiones entroncan con lo que Bauman denominó el paradigma de la modernidad líquida, que incluso el pensador polaco especificó en su obra “Los retos de la educación en la modernidad líquida” (2005), donde arguyó que los retos que afronta la educación pasan necesariamente por desfragmentar las funciones y responsabilidades tradicionales, así como sus modos de ver y sus apreciaciones particulares/locales.

Resukids Paidofobia - Maldita Cultura Magazine
La música en directo: la tendencia a la inversa

Al contrario que ocurre, a grandes rasgos, en diferentes espacios públicos y eventos, en el caso de la música en directo, siempre abierto a la tolerancia, siempre un barómetro de las nuevas prácticas sociales, se ha dado el efecto contrario.

Y es que en España, esta cuestión ha quedado pendiente de regulación hasta finales del pasado año 2015. Sonada fue la campaña #QueremosEntrar, promovida por varias organizaciones. El Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM) del 28 de noviembre de 2015 reflejó este éxito en materia de legislación, contra la exclusión de menores de todo tipo de acto social.

Y tú, ¿odias a los niños? ¿tienes paidofobia? Es legítimo pensar y debatir sobre por qué nos ocurre esto. yo me quedo con esta última reflexión: «Un niño feliz es ruidoso, inquieto, alegre y revoltoso».

Por Rubén G. Herrera

Odio esa objetividad fantasmal que convierte nuestras relaciones personales en “cosas”. La literatura, en cambio, escarba y extrude toda la mierda que abunda en nuestros hábitos.
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