La madre oculta del realismo mágico

Primero leí El árbol, apenas ocho páginas que atesoran una vida entera. A los pocos días, recité a gritos La última niebla, procurando, como su protagonista, excarcelar a mi voz. Pero de un golpe, la tradición sepultó a La amortajada y oprimió, como otras tantas veces, a la escritora, a la mujer, a mi propio ser. Desde entonces, bebo hasta caer inconsciente y escribo a ratos, como este, sin saber por qué y qué escribo. Trenzo mi cabello instintivamente y él no para de crecer porque pretende transformarse en las raíces de mil árboles. Ya ves, estoy enloquecida, viviendo la muerte de los vivos, concibiendo si será mejor matar o suicidarse. Siento mucho esto que siento pero es irremediable. Como ella, la protagonista, la escritora, la mujer: María Luisa Bombal.

Por María Pachón

María Luisa Bombal solo había escrito un gran cuento (El árbol, 1931) y una gran novela (La última niebla, 1934) cuando le comentó a Jorge Luis Borges el planteamiento general de la obra que le rondaba la cabeza. Puede ser que aquel día estuviera borracha y no se explicase con claridad. Pero puede ser que no. Es probable que la joven anduviese planeando cómo asesinar a su amor frustrado y que los oscuros pensamientos restasen claridad a sus palabras. Pero también puede ser que no. Lo único seguro es que Borges se equivocó: “Yo le dije que ese argumento era de ejecución imposible”.

El argumento no solo fue posible sino que, algunos años después, el maestro de la ficción contemporánea reconoció a La amortajada como «el libro que no olvidará nuestra América». El argentino estuvo en lo cierto y América no se ha olvidado de la obra ni de la autora. Sin embargo, en pocos lugares del mundo se recuerda a Bombal como se merece mientras, en todas partes, La amortajada se evoca inconscientemente a través de la mejor novela mexicana del siglo XX: Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

La cicatriz de su clavícula

María Luisa Bombal y Jorge Luis Borges entablaron amistad después de que ella intentara suicidarse. Poco antes, la joven había concluido su tesis sobre la obra de Prosper Merimée en la Facultad de Letras de la Universidad de la Sorbona y había regresado a su país natal, Chile, tras años de estudios en Francia.

Nada más arribar en el puerto de Valparaíso en 1931, María Luisa se enamoró de Eulogio Sánchez, ingeniero civil fundador de las Milicias Republicanas Chilenas. La joven se empeñó en transformar su relación en un cuento maravilloso, como aquellos de Hans Christian Andersen que había leído cuando era niña y tanto habían estimulado su imaginación. Sin embargo, el drama psicológico manejado por Prosper Merimée le había afectado también seriamente y su propio cuento de amor terminó, como Carmen, con un cruel desenlace. Durante una fiesta que Eulogio celebró en su departamento, Bombal, ebria de celos y alcohol, se disparó en el cuello con una de las pistolas que él guardaba en su dormitorio. Hacía meses que andaban distanciados. Jamás volverían a estar juntos. 

Pablo Neruda, cónsul de Buenos Aires en 1933, acogió a Bombal en su casa, favoreciendo su recuperación psíquica y su inclusión en el círculo intelectual emergente. «Madame Merimée», como el poeta la llamaba y presentaba, lució la cicatriz de su clavícula por los barrios bohemios de la capital del tango. Además, trabó una íntima amistad con Jorge Luis Borges y la madre de este, Leonor Rita Acevedo, quien la invitaría a cenar una vez a la semana durante años.

El derecho de la mujer al placer sexual

En 1934, tres años después de su fundación, Bombal comenzó a trabajar en la revista Sur, de Victoria Ocampo. Gracias a ella, conocería también a Federico García Lorca, a Alfonsina Storni, a Silvina Ocampo y a José Bianco. Como no podía ser de otro modo, la mayor de las hermanas Ocampo y su siempre acertada intuición confiaron en La última niebla, la primera novela de Bombal.

Así, a través de la editorial Sur, la obra engendrada en la mesa de la cocina de Neruda -mientras él escribía Residencia en la Tierra– llegó al hogar de cientos de porteños y turbó a la mayoría.  La creadora de la Unión Argentina de Mujeres había descubierto en aquel libro la reivindicación de un derecho reprimido en la realidad social y jamás antes expresado narrativamente: el derecho de la mujer al placer sexual.

Su cuerpo me cubre como una ola hirviente, me acaricia, me quema, me penetra, me envuelve. Me arrastra desfallecida. A mi garganta sube algo así como un sollozo, y no sé por qué empiezo a quejarme, y no sé por qué me es dulce quejarme, y dulce a mi cuerpo el cansancio infligido por la preciosa carga que pesa entre mis muslos.

Con La última niebla, María Luisa Bombal se convierte en la primera escritora latinoamericana que se atreve a describir el acto sexual desde el punto de vista femenino. Sin embargo, su actitud transgresora se disipa ante el conservadurismo que la obliga a continuar girando alrededor del hombre. “Lo peor que le podía ocurrir a una mujer era no casarse; quedar solterona en esa época era terrible, un estigma”. 

«Pour la galerie»

Para callar malas lenguas, Bombal decide, el 28 de junio de 1935, contraer matrimonio con el afamado acuarelista y escenógrafo argentino Jorge Larco, quien acepta el contrato pour la galerie. Algunos años más tarde, en medio del escándalo público que supuso su divorcio, la escritora reconocería: “Sin interés amoroso, me casé con un homosexual”. Y con idéntica desgana, aunque igualmente embaucada por el tradicionalismo, Bombal casa a la protagonista de su primera novela con un primo viudo. 

La identidad social que supuestamente les proporcionaría el matrimonio no llega a ninguna de las mujeres. Bombal siente que Larco, lejos de darle prestigio, ensucia el nombre de ambos con sus “indiscretos” encuentros homosexuales. Por su parte, la innominada protagonista de La última niebla se ve obligada a simular una identidad que no le pertenece. La identidad de una mujer que está muerta.

Mi cuerpo y mis besos no pudieron hacerlo temblar, pero lo hicieron como antes, pensar en otro cuerpo y en otros labios […] Y lloró locamente, llamándola, gritándome al oído cosas absurdas que iban dirigidas a ella.

María Luisa Bombal por Larco

María Luisa Bombal pintada por Jorge Larco.

No obstante, la mujer de la ficción recupera en ocasiones su ‘yo’ mediante la contemplación de su cuerpo desnudo y la evocación de un amante imaginario. Dicha mujer advierte quién es cuando reconoce el placer sexual como un derecho fundamental ligado solo a la naturaleza y a su propio deseo.

Nunca me atreví antes a mirar mis senos; ahora los miro. Pequeños y redondos, parecen diminutas corolas suspendidas sobre el agua. Me voy enterrando hasta la rodilla en una espesa arena de terciopelo. Tibias corrientes me acarician y penetran. Como con brazos de seda, las plantas acuáticas me enlazan el torso con sus largas raíces. Me besa la nuca y sube hasta mi frente el aliento fresco del agua.

A pesar de plasmar en su obra estos pensamientos reformistas que responsabilizan a la institución matrimonial de la discriminación femenina y liberan a la mujer a través del sexo, María Luisa Bombal continuaba creyéndose «universalmente insuficiente porque Eulogio» no la quería. Después de pegarse un tiro en balde y de concluir su primera novela con una protagonista que se le rebela (porque el «suicidio de una mujer» le parece una «cosa repugnante e inútil»), la escritora se divorcia de Larco y escribe su obra maestra, La amortajada.

Sola, podría, al fin, descansar. Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos.

Las trenzas de tu pelo

Ana María, la protagonista de La amortajada, también ha sido educada exclusivamente para el matrimonio. Sin embargo, desde la muerte se permite al fin hablar con absoluta libertad y reniega de los hombres que han pasado por su vida. Los mismos hombres que, de un modo u otro, ahora pasan por su entierro.

La amortajada maldice a su primer amor, de quien quedó embarazada cuando aún era adolescente, y de quien abortó sin que él nada supiera porque tras la experiencia sexual no volvió a interesarse por ella.  Repudia a su marido, un hombre fervoroso y tierno que la amó de manera incondicional hasta que ella reconoció que no lo quería y lo abandonó para regresar después, cuando él ya tampoco la amaba. Detesta a su mejor amigo, porque siempre sintió que él se alegraba de su tristeza, «creyendo tal vez que la cercaría hasta arrojarla inevitablemente en sus brazos». Y odia también al sacerdote que va a darle la extremaunción. Así como a su padre y a su hijo, un hombre celoso que maltrata psicológicamente a su mujer.

¡María Griselda! Secuestrada, melancólica, así te veo, mi dulce nuera. Veo tu cuerpo admirable […], tus trenzas retintas, tu tez pálida, tu altivo perfil. ¡María Griselda! Solo yo he podido quererte.

Ana María contempla desde el ataúd cómo otros asimilan su muerte mientras ella repasa su vida. La mayor parte del tiempo, se ve también a sí misma como a su nuera, con el pelo trenzado. Pero la mujer ahora amortajada siempre despeinó sus trenzas cuando se sintió en libertad. Por ello, ahora su cabello luce suelto: «Sus largos cabellos de muerta, crecidos hasta durante esa noche». Porque ahora, más que nunca, es una mujer liberada de su propia naturaleza.

¿Por qué, por qué la naturaleza de la mujer ha de ser tal que tenga que ser siempre un hombre el eje de su vida? Los hombres, ellos logran poner su pasión en otras cosas. Pero el destino de las mujeres es remover una pena de amor en una casa ordenada, ante una tapicería inconclusa.

Una vez más, María Luisa Bombal se aferra a la dicotomía tradicional que relaciona al hombre con el orden y la razón, y a la mujer con el caos y el sentimiento. Puede parecernos hoy contradictorio que sea esta la mujer que dotó a la literatura latinoamericana de voz femenina. Pero no olvidemos que dicha mujer configuró esa voz durante los años 30 en América del Sur. Ella misma decía: «Siempre me preguntan si soy feminista, y no lo soy, porque a mí me gusta que me manden». Sin embargo, varios poetas e intelectuales dijeron de ella que «era demasiado liberal para su tiempo». Saludaba a todo el mundo con un beso, se quedaba en las fiestas hasta el amanecer… «Esa conducta no inspiraba confianza a los hombres». E incluso que: «Una mujer debe de ser más pasiva. A uno le gusta creer que manda».

Bombal y Borges

María Luisa Bombal con Jorge Luis Borges.

La genealogía paterna de la literatura

Jorge Luis Borges había sucumbido desde hacía tiempo a su inteligencia, a su humor, a su belleza. Cuando le dijo que el planteamiento de su obra no era posible, no se refería a la temática de la liberación femenina. Él sabía, como Victoria Ocampo, que mediante sus protagonistas Bombal se convertiría en máxima representante de la que después se llamó Novela del Acoso.

Sin embargo, Borges desestimó el talento de la escritora. Pensó que sería incapaz de manejar las técnicas narrativas que confesaba. Aquella noche, el escritor no creyó las palabras que Bombal repetía incesantemente: «Nací con mis libros adentro».

«Ese argumento es de ejecución imposible, le dije. Corres dos riesgos graves: o la muerta va a oscurecer los hechos humanos, o los hechos humanos van a opacar la parte sobrenatural. No creo que puedas hacerlo […] María Luisa soportó con firmeza mis prohibiciones, alabó mi recto sentido y mi erudición. Unos meses después, me dio el manuscrito original de La amortajada. Lo leí en una sola tarde.»

La madre de Pedro Páramo

Me pregunto, irremediablemente, qué habría sucedido si Bombal hubiera tirado la toalla desanimada por las palabras de su amigo Georgie. Estoy casi convencida de que, sin La amortajada, tampoco habría existido la degenerada María Luisa que disparó tres veces contra Eulogio una tarde que el fatal destino los cruzó en el centro de Santiago. Pero además, tengo la certeza absoluta de que, sin la obra maestra de Bombal, Juan Rulfo no habría escrito la inolvidable Pedro Páramo tal y como hoy la conocemos. Recuerda José Bianco:

Años después, un escritor mexicano de gran talento, autor de una obra tan breve como admirable, me dijo que La amortajada lo había impresionado mucho en su juventud. Ese escritor es Juan Rulfo. Quizá en Pedro Páramo […] podríamos discernir alguna influencia de La amortajada. En ese caso las palabras de Borges sobre la novela de María Luisa Bombal, nuestra amiga tan querida, habrían resultado proféticas. Libro que no olvidará nuestra América.

Prudencias aparte, no hay ‘quizá’ que valga. 20 años antes de que Rulfo escribiera:

A través de sus párpados cerrados entrevé la llama de la luz (…) Entreabre los ojos. Mira (…) detrás de la lluvia de sus pestañas.

Bombal había firmado:

Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco. Era como si quisiera mirar escondida detrás de sus largas pestañas. A la llama de los altos cirios…

Pero Pedro Páramo, cuyo protagonista es un hombre, fue escrita por un hombre. Mientras La amortajada es una mujer muerta creada por otra mujer que muchas veces declaró: «Parece que estoy muerta, pero si estoy muerta, ¿por qué sufro tanto?». María Luisa Bombal sufrió porque el machismo ha silenciado hasta nuestros días su obra, su identidad. Porque la genealogía paterna de la literatura latinoamericana ha impedido bautizar con su apellido al realismo mágico. Porque ella también tuvo la absoluta certeza de que Jorge Luis Borges jamás le habría dicho a Juan Rulfo: «No creo que puedas hacerlo».

María Luisa Bombal
Fuentes consultadas:

Gligo, Agata (1985) Sobre la vida de María Luisa Bombal. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile.

Orozco Vera, María Jesús (1989) La narrativa de María Luisa Bombal: Principales claves temáticas, Cauce: Revista de Filología y su didáctica, 12, 1989, pág. 39-56

Miramontes, Ana (2004) Rulfo lector de Bombal, Revista Iberoamericana, Vol. LXX, 207, 2004, pág. 491-520

Domínguez Miranda, Claudia Maribel (2013) La identidad femenina en La última niebla, La Colmena, 38, 2013, pág. 37-44.

Bianco, José (1984) “Sobre María Luisa Bombal”, Homenaje a María Luisa Bombal, día 29 de mayo de 1984, Centro Cultural General San Martín.

Bombal (Marcelo Ferrari), Invercine Producciones, 2011.

Por María Pachón

El Angel Dust me alucina y la Idea pasa todo el rato por mi cabeza: yo tampoco moriré en la paz de ningún señor.
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