Existen casos en los que no se respeta el curso natural de la descendencia. Este es uno de ellos. Mucho tiempo antes de ni siquiera oír hablar del nombre de Joe Kubert, ya había disfrutado de los increíbles lápices de sus dos hijos: Andy y Adam Kubert. Sin desmerecer el afamado trabajo del primero (Lobezno: Origen, Marvel 1602…), me declaro fan incondicional de Adam desde que en mis manos cayeron los primeros comic-books de Ultimate X-Men, serie que perpetró junto al escocés Mark Millar. Para mi ignorante y juvenil entendimiento, el apellido Kubert empezaba y terminaba en los dos hermanos. A pesar del renombre de Joe gracias a sus innumerables trabajos (Hawkman, Tarzan, Sgt. Rock…), la diferencia generacional lo convertía en un total desconocido al que he descubierto gracias a dos de sus últimos libros: Fax from Sarajevo y, el que aquí nos ocupa, Yossel.
Por Bernardo Cruz
En este último, Joe Kubert plasma todo el buen saber hacer que le han proporcionado los años -el autor rondaba los ochenta cuando Yossel se publicó-, y salda una deuda pendiente con la historia y con su pasado. Kubert nos plantea un relato autobiográfico ficticio en el que narra cómo habría sido su vida si sus padres no hubieran emigrado hacia Estados Unidos, cuando él tenía solamente dos meses de edad.
Yossel = Joe
Yossel es Joe en su Polonia natal, la que sufrió la invasión nazi y todas sus dramáticas consecuencias. Allí, se mantiene intacto su talento para el dibujo, pero el ambiente que le rodea es muy diferente. Mientras, en Brooklyn, Joe compagina sus estudios de bachillerato con la ilustración de cómics -como Hawkman o Flash-, Yossel sobrevive a duras penas utilizando su don para obtener comida y algunos privilegios de los soldados alemanes que custodian el gueto de Varsovia.
La vida de los judíos polacos hacinados en este lugar es el eje de la historia. La asfixiante incomunicación con el exterior es palpable, y el rumor sobre supuestos campos de exterminio sobrevuela el gueto, generando incredulidad y miedo entre la gente. Kubert no elude su compromiso y también habla de los campos de concentración: «La muerte era la única residente permanente», advierte un prisionero que ha logrado escapar de uno. Sin embargo, el autor enfoca su lápiz en la realidad angustiosa del gueto, y dota con ello a su obra de un elemento singular que la distingue de la mayoría de trabajos en torno al nazismo. Al final de su carrera legendaria en el mundo de los cómics, Joe recuerda a su análogo Yossel perdido en el gueto, y se cuestiona si este lugar «es tan diferente de los campos de concentración de afuera».
Viñetas de Yossel, cómic de Joe Kubert.
Yossel es una obra largamente sopesada, como refleja el vínculo entre el guión, el tema elegido y el estilo con el que el autor aborda la ilustración. Kubert opta de manera acertadísima por dibujos abocetados con partes a medio terminar, combina garabatos con imágenes muy definidas; carentes de viñetas, los dibujos fluyen libres a través de las páginas. La elección no es gratuita: el artista presenta la acción en forma de percepciones mentales que Yossel nunca dibujará. El gris predominante imbuye al lector en la descarnada crudeza del momento narrado. El grafito de los lápices se nos inyecta con dolor, pero también nos ofrece una novela gráfica intensa, seria, digna de la carrera de su autor e imprescindible en una colección de comics que se preste a su nombre: Joe, el primero de los Kubert.