Joe Satriani y Steve Vai: Cruce de caminos

Long Island, 1973.

– ¡Hola! Me llamo Steven.  Eh… Verás… Vengo por el anuncio este de clases de guitarra. Me gustaría que me enseñaras algunas técnicas.

– ¿Qué hay, Steven? Ven, pasa por aquí, chico; que no te dé vergüenza. Soy Joseph, aunque todo el mundo me llama Joe.

– Sí… Eso ya lo sabía…

– Oye, mira: ahora mismo, antes de que tú llegases, estaba practicando; si te apetece, podemos comenzar.

– Eh… Claro… Me apetece mucho…

– ¡Vaya! Esa guitarra es casi más grande que tú; eres bastante más joven que yo cuando empecé. Y a ver, dime, ¿te gusta Jimi Hendrix?

– ¡Buah! Sí, ¡Hendrix me flipa! Pero la verdad es que soy más de Jimmy Page. ¡Aunque creo que es porque estoy colgado de Heartbreaker y necesito aprender a tocarla!

– Joder… Estoy alucinando contigo, chico… Aún no te he visto rasgar una cuerda, pero algo me dice que pronto tocarás Heartbreaker y lo que te dé la gana. ¡Venga, vamos! ¡Saca tu guitarra! Enséñame qué sabes hacer.

 

Por Bernardo Cruz

Cuarenta y tres años después de que la coindicencia geográfica dispusiera su primer encuentro en el condado de Nassau (New York), Joseph y Steven hace tiempo que dejaron atrás los roles de maestro y alumno para adoptar el de compañeros de igual rango dentro del selecto club de virtuosos de las seis cuerdas. Tanto Joseph, por todos conocido como Joe Satriani, como Steven, cuyo nombre artístico es Steve Vai, alcanzaron la categoría de iconos permanentes dentro del rock gracias a su maestría en, prácticamente, todas las técnicas de guitarra conocidas: tapping a dos manos, sweep picking, uso de la palanca de whammy

Sus carreras y sus vidas han transcurrido con un elástico fijado a sus cinturas que les ha hecho pisar una y otra vez los mismos terrenos, colocándoles en un permanente cruce de caminos. Desde el cerro que avista la inmensidad de sus carreras y su influencia en la música de los últimos treinta años, Joe Satriani y Steve Vai siguen manteniendo una legión de seguidores por todo el mundo, a los que alumbran de manera casi continuada tanto con sus últimas composiciones, como con sus grandes éxitos.

Cuarenta y tres años después de su primer contacto, Steve y Joe escriben el último capítulo de su epopeya especular gracias a su vuelta casi simultánea a Andalucía con sus últimas giras. Mientras Satriani presenta, bajo los focos de la Sala Custom, su último trabajo, titulado Shockwave Supernova (2015), Vai le da la réplica cerrando el prestigioso Festival de la Guitarra de Córdoba en un recinto para grandes ocasiones, el Teatro de la Axerquía, con su gira aniversario de su gran obra maestra, Passion and Warfare (1990).

Joe Satriani y Steve Vai: Unidos por los trastes

Antes incluso de su propio nacimiento, los lazos entre los dos genios ya los perseguían. Ambos son hijos de emigrantes italianos residentes en Long Island, algo nada sorprendente en New York si no fuera por las demás conexiones que les unen, como la influencia recibida del guitarrista de fusión Allan Holdsworth.

Tras acudir al mismo instituto y después de que Joe diera clases de guitarra a un jovencísimo Steve, ambos dejaron sus casas neoyorquinas para ampliar su formación como músicos con el objetivo de iniciar sus carreras artísticas. Gracias a la precocidad de Vai y a las clases de jazz recibidas por Satriani, este éxodo voluntario se produjo en el mismo año, 1978. Aunque su peregrinación hacia los conocimientos musicales no dirigieron sus pasos hacia el mismo lugar, las coincidencias siguieron marcando sus caminos: Steve Vai emigró a la prestigiosa escuela de Berklee y Joe Satriani lo hacía a Berkeley. Además de la evidente similitud en el nombre de sus destinos, protagonizaron su particular Tu a Boston y yo a California, ya que Berklee se sitúa en la ciudad de Massachussets, mientras que Berkeley lo hace en el estado dorado del oeste.

Los paralelismos en sus carreras no se quedan en ese punto y continúan con la presencia de una figura legendaria de la música en sus inicios: Frank Zappa para Vai y Mick Jagger para Satriani. Steve Vai, siempre precoz, comenzó a ser el transcriptor de las canciones de Zappa en 1978, con solo dieciocho años, y, posteriormente, se unió en 1980 a su banda, algo que marcaría para siempre su carrera. Diez años más tarde, Joe Satriani lograba el puesto de guitarrista para la primera gira de Mick Jagger en solitario, hecho que salvó su carrera del abismo al que se asomaba por las pérdidas de la gira de Surfing with the alien, poniendo al guitarrista en el escaparate musical de la época.

Reconocidos principalmente por su exitosa carrera en solitario, ambos integraron grupos de notable recorrido y con interrelaciones curiosas entre ellos. Steve Vai sustituyó a Yngwie Malmsteen en Alcatrazz y, posteriormente, pasó a Whitesnake, grupo liderado por David Coverdale, ex-cantante de Deep Purple. Precisamente, en Deep Purple militaría Joe Satriani unos años después como sustituto temporal de Ritchie Blackmore, relación que solo comprendió una gira por la decisión de Joe de continuar su carrera como solista. Los enredos grupales de ambos guitarristas no se quedaron ahí: Steve Vai fue el guitarrista elegido por David Lee Roth para dar inicio a su carrera tras abandonar Van Halen, y Satriani formaría veinte años más tarde el supergrupo Chickenfoot junto a los miembros de Van Halen, Michael Anthony y Sammy Hagar, a la postre sustituto de Roth en la banda californiana.

Steve Vai - Maldita Cultura Magazine

Joe Satriani en su concierto en la Sala Custom de Sevilla en 2016. Fotografía por Bernardo Cruz.

Sesenta años recién cumplidos le contemplan y la sombra de su legado se extiende sobre el rock como casi la de ningún otro guitarrista. Quince álbumes como solista avalan una trayectoria iniciada en 1986 con Not of this Earth, continuada con LPs tan emblemáticos como Surfing with the alien, Flying in a blue dream o The Extremist y cerrada, hasta el momento, con Shockwave Supernova. Con canciones pertenecientes al imaginario popular del rock como Satch Boogie, Summer song, la propia Surfing with the alien, Ice 9 o la genial balada Always with me, always with you, temas que siguen poblando sus setlists, la herencia de Satch ya sería digna de mención en los anales del rock.

Por si fuera poco, no nos quedamos cortos si señalamos al bueno de Joe como promotor en la sombra y uno de los ‘culpables’ del sonido thrash metal del Bay Area de los años 80, al contar a Kirk Hammett (Metallica), Marty Friedman (Megadeth), Alex Skolnick (Testament), Rick Hunolt (Exodus) y Larry LaLonde (Possessed y Primus) -miembros de bandas esenciales de este sonido-, entre sus alumnos. Otros guitarristas afamados como Reb Beach (Winger), David Bryson (Counting Crows), Charlie Hunter, Andy Timmons o Kevin Cadogan (Third Eye Blind) también recibieron lecciones del maestro Satch.

Dejando a un lado su faceta de docente, Joe Satriani ha influenciado a todo el espectro guitarrístico desde su irrupción como solista y como acompañante de la primera gira de Mick Jagger fuera de los Stones. Sin abandonar prácticamente el carácter instrumental de sus obras (con excepciones como esa maravilla llamada Big Bad Moon), las cuerdas de sus Ibanez JS han ejercido de voz para transmitir sus filias por el espacio sideral, su personalidad sencilla, metódica y sobria, y un sentimentalismo ligado a la dulzura de sus composiciones, algo alejado del estilo barroco practicado por otros virtuosos.

Y si una atenta escucha de cualquiera de sus discos te transporta desde tu habitación hasta el último confín del Universo, sus apariciones sobre el escenario son triplemente hipnóticas por mantener esa sensación de viaje sideral, por lo estático de su presencia y por la cercanía personal del guitar hero.

El buen gusto que desprenden sus creaciones se traslada a la elección de sus compañeros de backcourt -Jeff Campitelli, Vinnie Colaiuta, Marco Minnemann, Stuart Hamm, Matt Bissonette, Bryan Beller o Mike Kenneally, también acompañante de Vai durante años, entre otros- y de gira en otra de sus creaciones más celebradas: el G3 Tour, un proyecto visionario creado en 1995 y consistente en conciertos compartidos por tres guitarristas con la interpretación final y conjunta de clásicos del rock de toda la vida – Jimi Hendrix, ZZ Top, Zappa o Neil Young-. Bajo este formato, Satriani se ha hecho acompañar por otros virtuosos como Steve Vai, su compañero habitual, Yngwie Malmsteen, Paul Gilbert, Steve Lukather, Robert Fripp, Eric Johnson, Steve Morse o John Petrucci, otro italoamericano de Nueva York.

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Steve Vai actuando en el Festival de la Guitarra de Córdoba en 2016. Fotografía por María Pachón.

Steve Vai, precocidad transgresora

Una rutina mínima de ocho horas al dia de guitarra no es algo que mucha gente sea capaz de mantener durante mucho tiempo. Steve Vai, ejemplo de constancia y de conocimiento musical, asombró al mundo cuando publicó sus rutinas diarias de trabajo guitarrístico, pero su figura se aleja mucho de la de un simple jornalero de las seis cuerdas.

Su personalidad arrolladora se suelta sobre el escenario, hábitat natural donde da rienda suelta a su estilo exhuberante y casi histriónico: se frota con la guitarra mientras la acaricia como solo se hace con el más fiel de los amantes, gesticula de placer con cada nota y se adueña de la mirada de los presentes con un carisma irreverente propio de los grandes artistas. Pero, tras esa fachada de genialidad, se esconde una cara amigable, la de un tipo que tras lograr sus primeros éxitos se empeñó en proclamar a todo el que pudiera oirle que Joe Satriani, su primer maestro, era una estrella de la guitarra, devolviéndole con creces el favor de esas clases primigenias.

Steve Vai es mucho más que su pose de vacilón en el vídeo de Tender Surrender, mucho más que un guitarrista que ha vendido su alma al diablo (como hizo en su papel de Crossroads, de 1986, en el que da réplica a Ralph ‘Karate Kid’ Macchio en un duelo espectacular que da inicio a sus conciertos), y mucho más que ese joven precoz que no dudó en decirle a su mentor Frank Zappa que quería ser como él, para recibir la ya famosa respuesta de este: «Imposible, eres muy joven para ser calvo».

Steve Vai tiene un hueco propio en el olimpo de los guitar heros por joyas como For the love of God, Touching tongues o la mencionada Tender Surrender, materializaciones sonoras de una pasión inalcanzable; así como por haber manufacturado álbumes para la historia como Sex & Religion (1993) o Passion and warfare (1990), homenajeado en la actual gira por su 25 aniversario. Y qué mejor manera de hacer grande su mejor álbum que tocándolo íntegramente en directo acompañado por una banda de lujo -Dave Weiner, Philip Bynoe y Jeremy Colson- y con las colaboraciones digitales de Brian May en Liberty, Joe Satriani en The Animal, John Petrucci en The audience is listening y hasta la aparición de Zappa en el célebre Stevie’s spanking.

Leyendas de la guitarra

Si hay algo único que une a ambas leyendas con Andalucía es el mítico festival celebrado en 1991, Leyendas de la guitarra. Acompañados por un cartel irrepetible -B.B. King, George Benson, Paco de Lucía, John McLaughin, Les Paul, Roger Waters, Brian May, Joe Walsh, Nuno Bettencourt…- y en pleno auge de su popularidad (con Steve Vai presentando Passion and warfare y Joe Satriani tras publicar su tercer álbum Flying in a blue dream), los dos neoyorquinos brillaron con luz propia dentro de un escenario inolvidable, el desaparecido Palenque de Sevilla.

Veinticinco años después de esa noche mágica, han vuelto a llenar las noches andaluzas de sonidos únicos y de una genialidad fuera de toda duda, la que hace que la predilección por alguno de los dos solo dependa de gustos y sensaciones. Confieso que uno de ellos tiene la mía, pero a menudo ni yo sé cuál es: Vai o Satriani, Joe o Steven.

Esto es una pequeña muestra visual de lo que pudimos ver en la Sala Custom y en el Teatro de la Axerquía (pincha sobre la primera imagen para abrir la galería. Todas las fotografías han sido tomadas por María Pachón).

Muchas gracias a las respectivas organizaciones, en especial, a Lola de Riff Producciones y a David Val del Festival de la Guitarra.

Por Bernardo Cruz

Friki sin salir del armario, llevo cartas Magic en cada uno de los bolsillos de mi raída gabardina.
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