Habrá quien piense que Ian Curtis no era más que un imitador sin talento de Iggy Pop, David Bowie o Jim Morrison. Pero obvias influencias aparte, Curtis era un poeta maldito que inspirado en su propio sufrimiento logró que Joy Division transmitiese mensajes oscuros y siniestros a través del amateurismo del punk, algo que nunca consiguieron, ni se propusieron, grupos como The Buzzcocks o los mísmisimos Sex Pistols. Pero el sufrimiento que inspiraban las letras de Curtis acabó por vencerle, y el rápido ascenso de la banda a partir de Unknown Pleasures le llevó a un continuo estado de ansiedad por no poder estar a la altura. Porque Joy Division no inició su carrera en busca de fama y fortuna. Actuaban porque la otra opción era peor, deslomarse en alguna vieja fábrica del Gran Manchester industrial.
Por Víctor Chano
Hastiados por la decadencia y el espanto provocado por una ciudad como aquella, aún con graves secuelas de la Segunda Guerra Mundial, y que tan solo ofrecía un paisaje formado por obras, hormigón y escombros, no es de extrañar que Bernard Sumner y Peter Hook quedasen atrapados por el caos desafiante que desprendían los Sex Pistols en el Trade Hall allá por 1976. Ante la perspectiva de un más que probable futuro como un currela que termina sus días acarreando graves problemas de salud, deciden en ese mismo momento que ellos quieren, deben y pueden hacerlo. Y de este modo comenzó la meteórica carrera de Joy Division, que pasaron del punk salvaje en su época como Warsaw a las nuevas tendencias del post-punk y new wave.
Pero esos inicios fueron terribles, Warsaw no era más que un grupo crudo con continuas referencias al nazismo (you all forgot Rudolf Hess), que no llenaba locales y vaciaba pistas de baile. Por suerte, si algo caracterizó la carrera de este grupo era su predisposición a mejorar, y jamás se cerraron a ideas que les llegaban desde el exterior. Así, cambiaron el nombre de Warsaw por Joy Division (nombre sacado del libro House of Dolls, escrito por el superviviente de Auschwitz Ka-Tsetnik 135633, y que hace referencia a judías que eran esclavas sexuales en campos de concentración), y con un préstamo bancario para supuestamente amueblar la casa de Ian Curtis y su esposa, consiguieron grabar en 1978 su primer EP, An Ideal For Living. Había comenzado la revolución dentro del grupo, evolucionando desde canciones ásperas como You’re Not Good For Me de la demo de Warsaw, a las primeras versiones de lo que después serían genialidades como No Love Lost.
Aún no era suficiente. La portada de este EP mostraba a un miembro de las juventudes hitlerianas, por lo que seguían siendo acusados de simpatizantes del nazismo, sumado al ascenso del thatcherismo que les obligó a pasar a un espacio underground. Bajo recomendación de su nuevo manager, relanzaron el EP con una nueva portada, y se deshicieron de todo icono nazi que pudiera comprometerles. Además, dolidos en su orgullo se encerraron durante meses para componer y ensayar, lo que se tradujo en la publicación de su primer álbum de estudio, Unknown Pleasures.
Es justo decir que el efímero éxito de Joy Division no se debió únicamente a aquellos cuatro chicos jóvenes decididos a hacer punk por el hartazgo de su entorno. Su historia también fue consecuencia de otros cuatro nombres más allá de los de Ian Curtis, Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris. De gran importancia fue el papel desempeñado por Tony Wilson, periodista y presentador de programas de música en Granada TV, y fundador del sello Factory Records con la ayuda del manager de la banda, Rob Gretton, y bajo el que se produjeron los dos trabajos de estudio de Joy Division. Factory Records también fue responsable de las publicaciones de multitud de bandas de la ola post-punk posterior, conocida como Madchester, y su historia puede conocerse a través de la película 24 Hour Party People, del cineasta británico Michael Winterbottom. El diseñador gráfico de Factory Records, Peter Saville, fue el responsable de la icónica portada de Unknown Pleasures, que mostraba las ondas de radio del primer pulsar descubierto. Además, Martin Hannett fue el productor de Joy Division y la persona más influyente en el cambio de sonido que experimentaron. Una de las aportaciones más interesantes e innovadoras de Hannett fue la incorporación del AMS (Advanced Music System) en el sonido de la batería de Morris. En palabras del propio Hannett, los chicos eran “un regalo para un productor, porque no tenían ni idea”. Según él, pudo hacer mucho con poco, ya que nunca peleaban, discutían, ni preguntaban por qué.
Ian Curtis sentía interés por el sufrimiento humano, y sobre ello escribía, pero su propia tragedia se vio fuertemente agravada cuando fue diagnosticado de epilepsia, enfermedad aún demonizada en aquella época. Maldita ironía, pudo comprobar de primera mano sus efectos cuando una chica sufrió un violento ataque epiléptico en su presencia, falleciendo pocos días después. Esta experiencia, que le llevó a escribir She’s Lost Control, su enfermedad junto a la intensa medicación que debía tomar, y por supuesto el distanciamiento de su esposa, Deborah Curtis, por la relación que comenzó con la joven belga Annik Honoré, hicieron que su vida, y por extensión sus letras, se tornasen cada vez más oscuras, depresivas e impenetrables. En este contexto de desesperación de su cantante, Joy Division creó uno de los iconos de la música pop actual, Love Will Tear Us Apart, dedicada presumiblemente a Deborah Curtis.
La situación de Ian empeoró durante la grabación de Closer, segundo y último álbum de estudio. Su mundo estaba sometido a la disquisición que mantenía por Deborah y Annik, su posición en la banda, y por supuesto su enfermedad, ya que los ataques eran cada vez más frecuentes y violentos, y la medicación le provocaba grandes cambios de humor. Joy Division se hacía enorme, y ese reto empequeñecía a Ian, aunque sorprendentemente nadie se daba cuenta de ello. La bipolaridad desarrollada por Ian Curtis se reflejaba en el exitoso cantante, que se agitaba extravagantemente sobre el escenario en trance por la música y el baile, y en el chaval solitario, perdido y enfermo. Aunque Deborah intentó alertar a sus compañeros, ellos solo veían arte en sus letras, obviando que el arte a menudo se inspira en experiencias propias y reales. Ni siquiera un primer intento de suicidio por sobredosis activó la alarma, y finalmente Ian Curtis se quitó la vida en 1980, a la tiernísima edad de 23 años. El amor y el miedo volvieron loco a Ian Curtis, que perdió el control de su vida y de sus emociones.
El inicio de Joy Division fue una sacudida en la sociedad industrial, y alcanzaron la inspiración rodeados de cemento y hormigón, pero el final sobrevino de la forma más violenta posible. Por supuesto no habría más Joy Division sin Ian Curtis, y su legado ya forma parte de la base de la actual cultura popular. El amor desgarró a Ian Curtis, y nosotros disfrutamos perversamente de la obra inspirada en su tragedia.