De mis lagos de orillas párpado
te dibujé
como ingrave en la brisa.
Jugaste allí,
entre hilos de luz
y suspiros de sombra,
hasta mezclarte
conmigo en mí,
como se mezcla un cielo
con el horizonte en que nace.
Posaste tu sonrisa
sobre mi frente,
-mi laberinto de aire-,
y llevaste palabras
de donde te encontré
a fuera.
Dijiste:
-¿Vienes?
-Claro.
Y nos íbamos.
Y nos íbamos lejos.
Y nos íbamos lejos siempre
a las lunas de nunca,
que es un dónde aún dormido,
y volvíamos tarde ebrios.
Y volvíamos tarde.
Y, sí, volvíamos.
Y entre este huir
y este otro huir del huir,
decorábamos la guarida.
Y al morder de los sueños,
hundíamos el pecho de papel
en otros lagos,
con otras luces y otras sombras,
para seguir moviendo
lo inmóvil:
el azahar del azar.
Más Perficciones
Por Luis Oliveros
¿De qué color dices que es el espejo?