Abel Jaramillo: «Necesitamos otras maneras para hacer memoria y cuidar las historias. Y eso requiere imaginación colectiva»
Por María Pachón
La primavera de 2020 es seguramente el período más cercano a la ciencia-ficción que nos ha tocado vivir. Durante poco más de dos meses ha sido habitual observar calles, avenidas y plazas desiertas. Ahora, cuando la libertad de movimiento para usuarios premium ya ha sido restaurada, nos encaminamos por el estrecho pavimento de la BA-160, carretera regional encastrada entre la (Auto)Vía de la Plata y la N-435, senda más acostumbrada a la maquinaria agrícola que a los vehículos deportivos. Es julio de 2020, son las 19:30 de la tarde y, como bien dice el meme: ‘This is Badajoz’. No hay un alma, humana o extrahumana, que salude el paso tranquilo de un coche avejentado, sin aire acondicionado y con las ventanas bajadas para recolectar bocanadas espesas de aire caliente. Nadie. La gente ahora se refugia del sofocante calor como habitantes de Tatooine aunque la carretera que transitamos no lleva a planetas inexistentes, sino a Medina de las Torres, uno de tantos pueblos de Extremadura que existe aunque esté radicado en el olvido. Olvido, éxodo y memoria. Temas sobre los que transita la obra artística de Abel Jaramillo, con el que tenemos el placer de encontrarnos en la entrada del pueblo que le vio nacer y que ahora le ve crecer como artista.
Abel Jaramillo. Fotografías: Bernardo Cruz.
En primer lugar, lo más importante: ¿cómo estás?
Bien, estoy bien. El tiempo de cuarentena ha sido complicado sobre todo por la incertidumbre de lo que podría suceder y cuál sería la situación, y eso afecta también anímicamente. Ahora he vuelto a retomar proyectos que se habían pausado o pospuesto y vuelvo a tener una actividad relativamente normal.
La Mesa Sectorial del Arte Contemporáneo se ha mostrado «totalmente decepcionada» por las medidas y ayudas anunciadas por el Ministerio de Cultura. «¿Qué artista va a poder pedir un crédito?», preguntaba hace semanas Magaña…
Creo que la decepción es bastante generalizada por la parte que nos toca a los artistas y demás agentes del arte contemporáneo. Es un sector en el que estamos acostumbrados a situaciones precarias, en el que la mayoría de artistas tenemos grandes dificultades para mantenernos, con bajos ingresos y una sensación de incertidumbre continua. Este panorama agrava la situación que ya teníamos. Creo que, una vez más, la cultura en general, y el arte contemporáneo en particular, ocupan un lugar secundario y no obtienen la importancia y la atención que debería en un momento que me parece especialmente crucial.
Cuando saltó la alerta sanitaria acababas de iniciar una residencia artística en La Térmica, en Málaga. ¿Qué ha supuesto verte de nuevo en el pueblo, con el ordenador como estudio?
Justo al iniciar la alerta sanitaria me encontraba allí. Más allá del cambio que ha supuesto esta situación para todos, volver al pueblo para mí entra dentro de algo habitual. En los últimos años he estado mucho tiempo fuera, pero siempre he pasado temporadas en el pueblo. Como decía al principio, el cambio lo ha provocado esta situación y cómo me afectó a nivel anímico al inicio. Aquí dispongo de estudio, que es donde trabajo habitualmente, pero no he estado produciendo en el tiempo de cuarentena, por lo que mi ordenador ha sido mi estudio.
Pero ‘La magia es una alquimia’: A finales de año estarás en Las Cigarreras, en Alicante, con este proyecto para Cultura Resident.
Exactamente, estaré en Las Cigarreras a partir de septiembre desarrollando ‘La magia es una alquimia’. Es un proyecto que continúa el proceso de trabajo que venía realizando desde el año pasado en torno a la figura de Celestino Coronado (Puebla de Sancho Pérez, Badajoz, 1944 – Londres, 2014), un cineasta underground que mantuvo estrechas conexiones con la música, la literatura y el teatro en sus películas, la mayoría de ellas hoy, perdidas u olvidadas. Fue además director asociado de la compañía del mítico bailarín Lindsay Kemp con el que realizó diversos espectáculos. A partir de algunos de los trabajos realizados por Coronado, así como sucesos y documentos, el proyecto aborda los mecanismos de construcción de la historia, las estrategias y modos de hacer memoria y la muerte de los relatos que no son contados.
Abel, eres uno de los artistas extremeños con mayor proyección en el panorama nacional del Arte Contemporáneo. En una palabra, ¿qué es el Arte Contemporáneo?
Creo que es una cuestión que daría para una explicación muy extensa para llegar a sentirme cómodo con la respuesta. Es una de esas preguntas que evito hacerme, porque igual definirlo provoca generar unos límites. Mi práctica artística es un lugar donde volcar todas las cuestiones que me interesan y que me permite hacerlo de una manera híbrida y desbordada. De momento, me gusta pensarlo así.
Hay cuestiones del lugar donde creces que te acompañan siempre
¿Qué relación mantienen el arte contemporáneo y Extremadura?
En mi trabajo una relación bastante directa. La historia de Extremadura, sus personajes, tradiciones y leyendas han estado presentes en varios de mis proyectos. En 2016 desarrollé ‘No habrá lugar allí para ninguno’, un proyecto que aborda la historia y el imaginario extremeño, y a partir de ese proyecto fui encontrando otras cuestiones que desconocía sobre la comunidad y que me interesaba contar. En este sentido, me ha servido mucho para avanzar preguntarme sobre qué implica lo extremeño, los relatos que nos conforman, la condición periférica -no solo a nivel geográfico, sino narrativo, en una cuestión de relatos-, hacer desde aquí.
¿Las nuevas expresiones de Arte Contemporáneo de la segunda década del siglo XXI han dejado ya atrás el modelo de modernidades del siglo XX asociado a los diferentes –ismos?
Creo que hay cuestiones y estéticas que se abordan de una manera muy diferente, pero también creo que no hay otra manera de hacer que actualizando la tradición -incluso la más reciente-, teniendo presente que lo que desarrollamos se inscribe en una conversación con lo que previamente conocemos, con unos saberes y un imaginario colectivo. Pienso en un texto fantástico de Rogelio López Cuenca, ‘J(e m)’accuse’, que dice: “Me acuso de tener conciencia de formar parte de un diálogo permanente con una inmensa herencia cultural precedente; de creer que toda obra de arte deriva de otras previas que forma con ellas un tejido, una red, así como con sus contemporáneas y con aquellas otras por venir.” Y suscribo cada palabra.
Me gustaría comprender cómo no fue tu infancia y adolescencia en Medina de las Torres para comprender cómo fue.
Imagino que no fue una infancia muy diferente a la que pudiera contar cualquiera de mis amigos con los que he crecido. Siempre he tenido mucha afición por la lectura, los cómics, el dibujo… más tarde por la escritura. Creo que crecer en un pueblo pequeño en el que probablemente existen menos estímulos a nivel de ocio, también hace que otras cuestiones se afiancen de otra forma. Los vínculos personales, por ejemplo. La mayoría de mis amigos a día de hoy son los mismos con los que he crecido desde que era pequeño. Recuerdo que Dulce Chacón hablaba en una entrevista de su infancia y decía algo que me gusta mucho: “mi esencia del habla, del aire, del color… todo lo conocí en Extremadura”. Creo que hay cuestiones del lugar donde creces que te acompañan siempre.
¿Y qué de aquella tarde remota en que en el colegio te llevaron a conocer el Vostell?
Es uno de los recuerdos más nítidos que tengo de la infancia. Fue un viaje con el colegio a Malpartida, para visitar Los Barruecos y el Museo Vostell. Recuerdo que me impactó muchísimo porque era la primera vez que visitaba un museo y dinamitó todas las ideas que en ese momento podía tener de uno. Me pareció increíble que un museo me pudiera resultar tan estimulante (quizá porque mi idea era que sería un lugar aburrido) y es un recuerdo que tengo muy presente. Me acuerdo especialmente de una de las obras que me más me impresionó. Estaba en el patio y era una estructura vertical con partes de un avión, monitores y coches. Es curioso que, teniendo el recuerdo tan presente, no he tenido la oportunidad de volver a visitar el museo desde entonces.
La historia y las referencias sobre Extremadura, por ser el contexto que más me afecta, están muy presentes en mi trabajo
Después Cuenca, Lisboa, Bilbao, Palermo, Sabadell, Bruselas… ¿Has contemplado alguna vez el proceso migratorio para estudiar y trabajar como un exilio?
En el caso de mis estudios, no me quedaba otra alternativa que irme si quería estudiar Bellas Artes, porque en Extremadura no existe esa posibilidad. En su momento tampoco era algo que me incomodara. Una vez regresé con objetivos de trabajo sí que me encontré con que la única opción era tener una mirada fuera. Yo no lo contemplo como un exilio, sigo trabajando temporadas en el pueblo y temporadas fuera. Pero sin duda es complicado trabajar aquí. En la mayoría de ocasiones no dispones de los medios ni de las oportunidades que encuentras en otras zonas a nivel nacional, y eso provoca que tengas que tener la mirada fuera no solo porque te interese, sino porque no te queda otra opción.
En estos días se ha producido un retorno rural inédito, al revés. El instinto local tira en momentos de crisis urbana…
Creo que es un proceso que viene de largo. Hay algunas ideas sobre esto que me interesan: lo descentralizado, pensar en y desde los márgenes, poner el foco en lo periférico, es sin duda un cambio de perspectiva. Pero son muchos los factores que provocan esto (y más aún en estos días), muchos de mis amigos han tenido que mudarse a vivir y trabajar en zonas periféricas de Madrid o Barcelona, y otros han regresado a sus pueblos y ciudades y mantienen sus estudios -como es mi caso- en zonas rurales o en ciudades menos céntricas. Y la precariedad, otros modelos de vida y convivencia son sin duda algunos de esos factores.
Mi práctica artística es una búsqueda a través de diversos formatos de relaciones y estrategias para entender diferentes contextos. Esto implica un interés por las grietas de la(s) historia(s), las construcciones narrativas, las cuestiones políticas que se proyectan en lo cotidiano o ideas relativas al territorio, los márgenes y la periferia
¿Cuánto ha influenciado la migración a tu investigación sobre los contextos?
Mucho. En mi práctica es fundamental la idea de lo contextual no solo entendiéndolo como una cuestión territorial, de lugar, sino también de situación, de lo que (me) pasa. Todos mis proyectos han surgido de relaciones con momentos y lugares en los que me encontraba o, por el contrario, con los que, pese a mantener una distancia, estaban presentes. Y en este sentido la historia y las referencias sobre Extremadura, por ser el contexto más cercano, que más me afecta, están muy presente en mi trabajo.
¿Cómo resumirías tu trabajo a quien no lo conoce?
Uno siempre intenta resumir su trabajo de la manera más concisa posible en el statement. Que viene a ser (para quien no esté familiarizado con el término) una declaración de tu práctica. Siempre me ha parecido un texto mutante -o mutable-, que igual mañana podría incluir otras ideas. Por el momento, diría que mi práctica artística es una búsqueda a través de diversos formatos de relaciones y estrategias para entender diferentes contextos. Esto implica un interés por las grietas de la(s) historia(s), las construcciones narrativas, las cuestiones políticas que se proyectan en lo cotidiano o ideas relativas al territorio, los márgenes y la periferia.
La historia, la poesía, la literatura, el cine se entretejen en procesos híbridos…
Nunca he tenido un interés determinado en ninguna disciplina en concreto, ni en ninguna técnica o formato en especial. Durante mi formación era algo que me parecía incómodo y me hizo replantearme muchas cosas. Me interesaban autores, obras, fragmentos incluso, de todo lo que mencionas, y no sabía muy bien cómo conectar todo. Poco a poco aprendí a volcar y mezclar mis inquietudes, a hacer con aquello que me interesaba realmente y encontrar la manera más acertada para desarrollarlo. Abordar diferentes disciplinas y formatos a la vez, poder generar múltiples capas de posibles lecturas y plantear relaciones de materiales y referencias que se conectan y se desbordan es la manera de trabajar que más interesa.
Me sorprendió no haber escuchado nunca hablar sobre el 25 de marzo de 1936. ‘No habrá lugar allí para ninguno’, que es una referencia a un verso de Dulce Chacón, fue mi manera de generar otro espacio para esa historia
En ‘Los poemas apolíticos son también políticos’, de 2015, ya radica la idea de desbordar las temáticas principales para situarse en las marginales, no con la finalidad de resolverlas sino para mostrarlas y plantear dudas a modo de (in)conclusión. ¿Es esto la periferia como proceso de investigación artística?
‘Los poemas apolíticos son también políticos’ fue uno de mis primeros trabajos. Es una serie de fotografías de diferentes objetos amontonados que incluyen telas pintadas con spray con fragmentos de un poema de Wislawa Szymborska. En esos primeros trabajos ya estaban presentes algunas cuestiones que desarrollaría más tarde: la tensión del texto y la imagen, lo político en lo cotidiano, la poesía… Mirando ese proyecto cinco años después, creo que era el inicio de algo que quería plantear sobre cómo entender el margen y la periferia desde una cuestión narrativa a través de la práctica artística. Pero en ese momento no entendía el proceso de trabajo como ahora, vinculado a proyectos más largos, que permiten mayor profundidad y la posibilidad de abrir a más lecturas. En ese sentido, creo que este proyecto marcó ciertas cosas que pude desarrollar de manera más amplia en otros proyectos.
‘No habrá lugar allí para ninguno’ recupera la historia de las luchas campesinas que marcaron el siglo XX extremeño. Ha dicho Víctor Chamorro: “Solamente empapando estos movimientos revolucionarios de poesía, solo así podrán permanecer en el tiempo”. Pero, ¿cómo permanecer en el tiempo cuando no tienes lugar a estar en el espacio?
Inicié ese proyecto en 2015 y lo desarrollé durante el siguiente año en la Fundación BilbaoArte. Mi planteamiento inicial tenía que ver con indagar en cuál era la imagen y la narración que se había construido sobre “lo extremeño”, una cuestión que me apelaba directamente y que hasta ese momento no me había preguntado. Empecé a trabajar en un archivo de imágenes, textos, documentos y películas que abordaban una cierta imagen sobre “lo extremeño”. Desde La tierra sin pan de Buñuel a Los Santos Inocentes de Delibes, había una representación de sujeto sumiso, casi mártir. En ese momento leí a Victor Chamorro que hablaba de las luchas campesinas de las años 30 y del asalto a las tierras de miles de campesinos y yunteros extremeños el 25 de marzo de 1936. Encontré en sus escritos sobre el 25 de marzo un relato que contradecía esa imagen de sujeto pasivo, una narración de construcción de pueblo, de desobediencia, de lucha… Me sorprendió no haber escuchado nunca hablar sobre un suceso tan relevante y me di cuenta que en mi entorno tampoco habían escuchado nada sobre este hecho. Mi manera de abordarlo fue, precisamente, intentar “empaparlo de poesía”, vincularlo a otras tradiciones como el carnaval, la fiesta pagana frente a la religiosa, una tradición de festejo rural en la comunidad que mantiene en muchas zonas elementos agrarios, la fiesta como revuelta, construida desde lo popular, de abajo hacia arriba. ‘No habrá lugar allí para ninguno’ -que es una referencia a un verso de Dulce Chacón- fue mi manera de generar otro espacio para esa historia.
‘No habrá lugar allí para ninguno’.
Vistas del proyecto.
Fundación Bilbaoarte, 2016.
¿Persistirá la impuesta amnesia del pasado o lograremos celebrar oficialmente el 25 de marzo como Día de Extremadura algún día?
Eso dependerá de lo que hagamos de manera colectiva por mantener y reivindicar estos relatos y no dejarlos morir. Pero actualmente creo que tanto el trabajo de Victor Chamorro como la Asociación 25 de Marzo y otros muchos colectivos mantienen esa (y otras) memoria(s) y lo que implica. Y esa reivindicación creo que está muy presente gracias a la labor de tanta gente.
La ciencia-ficción aplicada desde cualquier terreno nos plantea posibilidades para imaginar futuros posibles que no siempre tienen que ser terribles ni distópicos
Al anterior proyecto le sucede El fin de una expedición, que emerge de una novela de ciencia ficción publicada por el escritor y periodista anarquista extremeño Benigno Bejarano. ¿Cómo surge y por qué?
‘El fin de una expedición’ surge de manera desbordada del anterior proyecto, a raíz de continuar la investigación sobre las luchas campesinas y las revueltas anarquistas en los años 30. A partir de ‘No habrá lugar allí para ninguno’, conocí a José Tienza de la Asociación Sambrona, una asociación cultural de Albuquerque que vienen desde hace años desarrollando residencias y diversos actos en su localidad. Y a partir de él conocí la figura de Benigno Bejarano (que nació en Albuquerque) y unas jornadas que se habían desarrollado sobre él en el pueblo.
La historia de Benigno Bejarano me fascinó. Y me pareció muy sorprendente la novela que da título al proyecto ‘El fin de una expedición sideral (Viaje a Marte)’, publicado en los años 30. A partir de esa novela, todo el proyecto trata de abordar las posibles vinculaciones entre esas revueltas anarquistas y la posibilidad de viajar a Marte. Me interesaba indagar en los intereses por la narrativa de ciencia-ficción de una figura con un posicionamiento político tan marcado y que escribía de manera habitual en publicaciones anarquistas de la época. Y con ello fui tejiendo un entramado de historias en torno a la idea de conspiración –Conspiradores es otra de sus novelas- a partir de diferentes sucesos revolucionarios, conflictos, alistamientos ovni e historias paranormales.
Muchas veces estos procesos tienen también sucesos “mágicos” que provocan encuentros inesperados
¿Qué relación mantienen el arte contemporáneo y la ciencia-ficción? ¿Sirve la ciencia-ficción al arte contemporáneo como un modelo de actividad especulativa donde mirarse?
Hace unos días hemos finalizado un laboratorio online que dirigía Paco Chanivet en Can Felipa (Barcelona) sobre ciencia-ficción. A pesar de haber abordado el tema en ‘El fin de una expedición’ mi relación con la ciencia-ficción no ha sido especialmente cercana. Sí lo ha sido con la ficción, con especular con la historia, pero muy apegado a una cuestión narrativa. Esta experiencia en el laboratorio me ha servido para pensar algunas cosas vinculadas a la ciencia-ficción y mi práctica artística que aún estoy tratando de ordenar. Pero respondiendo a la pregunta, creo que no solo al arte, la ciencia-ficción aplicada desde cualquier terreno nos plantea posibilidades para imaginar futuros posibles, que no siempre tienen que ser terribles ni distópicos.
‘S/t (Conspiraciones #4)’.
Instalación.
Galería Aldama fabre, 2017.
Fotografía de David Hornback.
‘Un sonido negro’: Un diálogo con Lorca y Coronado que me atraviesa de manera especial. Háblame de los sonidos negros…
‘Un sonido negro’ es el proyecto en el que vengo trabajando desde el año pasado. El proyecto aborda la idea del «duende», del amor y la muerte y las tensiones entre el texto, la imagen y el sonido a partir de las vinculaciones entre la poesía de Federico García Lorca y la producción cinematográfica de Celestino Coronado. Forma parte de un proceso amplio en el que estoy trabajando en torno a Celestino Coronado (en el que se incluye ‘La magia es una alquimia’). En este caso, es un proyecto que expondré, si todo va bien, en otoño, en el Centro Federico García Lorca de Granada, en el marco del festival FACBA 2020.
El título del proyecto alude a un fragmento de ‘Juego y teoría del Duende’, una conferencia de Federico García Lorca realizada en 1933, donde desarrolla una serie de ideas en torno a la teoría estética y los procesos de creación artística, una sucesión de elementos y referencias sobre la manera de entender el “duende”. En uno de estos ejemplo, habla del cantaor Manuel Torre, del que dice que, mientras escuchaba el Nocturno del Generalife de Falla, dijo: “Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”.
Celestino Coronado realizó junto a la Lindsay Kemp Company una pieza escénica a principios de los años 80 titulada Duende. Poema fantástico para Federico García Lorca. En este proyecto me interesa abordar esa idea del duende en los procesos artísticos, también pensar de otra forma el homenaje, la idea de archivo y las maneras de hacer memoria. En este sentido, están presentes algunos márgenes tanto de las ideas como de los sucesos vitales de Lorca y Coronado que aún resuenan, que aún mantienen y proponen retos en la actualidad.
¿Cómo se investiga a un autor del que no solo se ha perdido su filmografía sino también su biografía? ¿Cómo se sigue su rastro? ¿Dónde se encuentran esos archivos marginales?
La primera vez que leí sobre Celestino Coronado fue en un artículo de Luis E. Parés en el medio CTXT titulado ‘Celestino Coronado o la vanguardia en el rastrillo‘. Me llamaron la atención varias cosas: me fascinaron sus proyectos con la compañía de Lindsay Kemp y sus películas, me impresionó que, siendo “el primer director del mundo en realizar un largometraje en video” y, habiendo nacido en Puebla de Sancho Pérez, nunca hubiera escuchado su nombre. Además, me entristeció saber que muchas de sus producciones están perdidas o son prácticamente desconocidas.
Desde entonces he estado recopilando todo el material posible sobre su figura, sus entrevistas, imágenes, fragmentos de prensa… para intentar acercarme y entender lo máximo posible su figura. Muchas veces estos procesos tienen también sucesos “mágicos”, que provocan encuentros inesperados. Hace unos meses a través de algunos miembros del festival FACBA pude conocer a algunas personas del círculo de amistad más cercano de Celestino Coronado en España y pude comprender muchos aspectos e historias personales, así como fotografías, cartas y apuntes. Fue un auténtico placer aquel encuentro y, cuando las circunstancias lo permitan, intentaré volver. Lo ideal sería poder compartir algunas de estas impresiones pronto a través del proyecto.
Y querrán ponerle nombre: La Puebla de Sancho Pérez le puso su nombre a una calle.
Sí, en ocasiones esas pequeñas señalizaciones sacian nuestra deuda con la memoria. No sólo en el caso de Coronado. Pero es curioso pensar que gran parte de su trabajo y sus proyectos no hayan sido conservados, que nadie haya pensado que sus pertenencias podían tener un enorme valor cultural y hayan terminado en algún rastrillo londinense, y que su recuerdo sea poner su nombre a una calle. Con esto no digo que no sea pertinente ese homenaje, al contrario, lo que quiero decir es que necesitamos ampliar y buscar otras maneras y otras herramientas para hacer memoria y cuidar las historias. Y eso requiere imaginación colectiva.
Seguir, seguir, hacer lo siguiente…
Tengo varios proyectos que me ilusionan a la vista y que afronto con muchas ganas. Con alguna pausa en el camino, pero seguimos, seguimos y hacemos lo siguiente.
Abel Jaramillo en LaFábrika deTodalaVida, antigua cementera Asland de Los Santos de Maimona.