Hace poco he confesado acerca de Una novelita lumpen y ahora lo haré sobre su adaptación al cine, Il futuro. Que os conste a todos: de primeras esto no me gusta…
Por María Pachón
Un día conocí a Roberto Bolaño y ya no pude dejar de entremeterme en su vida. Gracias a él, intimé con Sergio Pitol, con Efraín Huerta y con Nicanor Parra. Frecuenté más que nunca a Jorge Herralde y a sus preferencias para Anagrama. Viajé expresamente al Distrito Federal para sentir sus pisadas en las aceras de la avenida Bucareli. Y descubrí en mí un extraordinario poder que me permite leer sus novelas mientras ando, mientras miro el televisor, mientras me ducho y mientras hago cualquier cosa, incluso dormir.
Como se puede sospechar, cuando estuve al tanto de que otra mujer -una joven también nacida en Chile y, según la crítica, talentosa y original- había comprado los derechos de una de las obras de Bolaño, un reconcomio bastante asqueroso me recorrió el cuerpo. Después de cabrearme mucho con la agente de mi escritor, escéptica y recelosa me pregunté qué habría hecho la intrusa huevona con Una novelita lumpen.
Mi cuestión se ha resuelto en poco más de hora y media, justo en el tiempo que dura Il futuro. La película ha terminado pero se ha quedado ahí, anclada en mi presente. Es tal y como su autora, la talentosa y original cineasta Alicia Scherson, definió a la novela: «es muy bonita, muy pequeña y muy extraña». Pero además es más profunda. Y más sugerente. Y más fluida…
La directora arranca el metraje con unos planos aéreos en los que vemos un coche amarillo que recorre una sinuosa carretera, mientras la voz en off de la protagonista se entremezcla con una imponente banda sinfónica:
Ahora soy una madre y una mujer casada, pero hace no mucho fui una delincuente. Mi hermano y yo nos habíamos quedado huérfanos. Eso de alguna manera lo justificaba todo. No teníamos a nadie. Y todo ocurrió de la noche a la mañana.
Y aparece Bianca. En la obra literaria Roberto Bolaño ya desvela cada entresijo del carácter de la joven, con cada letra nos introduce cada vez más en su incierto ser. Sin embargo, el escritor apenas cuenta nada sobre su aspecto físico; solo en una ocasión le pregunta si se considera guapa y ella responde con un rotundo «sí». La elección de una actriz más o menos alta, más o menos delgada, rubia o morena, de ojos verdes o marrones, dependió de Alicia Scherson y de su equipo de casting. Creo que cualquier otra opción hubiera supuesto un error: Bianca es Manuela Martelli, y como la novela y el film, esta actriz chilena es muy bonita, muy pequeña, y tan natural que resulta extraño.
Resumo su talento: con 18 años y sin estudios de actuación, debutó en la gran pantalla con el papel principal en B-Happy (Gonzalo Justiniano, 2003) y fue premiada con el Coral a la Mejor Actriz en el Festival de Cine de La Habana. Poco después, sería la protagonista de una de las películas más vistas en la historia del cine chileno, Machuca (Andrés Wood, 2004), y su rol de Silvana le valdría el Premio Altazor a la mejor actriz de las Artes Chilenas. Gracias a su papel como Bianca, la condecoración le ha llegado en 2013 con el Colón de Plata del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Aún no he visto B-Happy, tampoco Machuca, pero la interpretación de Manuela Martelli en Il futuro me basta para entender la lluvia de trofeos y mis impacientes ganas de ver esas películas.
Precisamente es la actriz la que más se ha entrometido ahí en mi presente. Sin esfuerzos puedo escuchar aún cómo su voz planea delinquir en italiano pero se enamora en inglés. La Bianca construida por Alicia Scherson a través de Manuela Martelli consigue, definitivamente, que la película me resulte más profunda que la novela. Y más sugerente: Bianca recorre la mansión de su amante sin una sola prenda y embadurnada en lubricante durante más de medio metraje. Y lo hace con la soltura de quien anda frente a un ciego, tal como lo es Maciste, un miserable ex-actor de peplums, un ex-Míster Universo aislado del mundo. Colosal interpretación del enorme -aquí en todos los sentidos- Rutger Hauer, al que no obstante recordaremos por el ser el androide que en Blade Runner advierte: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais». Sin embargo, el que tanto vio en el pasado está condenado en Il futuro a preguntarle a Bianca por el color de las cosas:
– ¿Puedo preguntarte algo personal?
-Claro.
-¿De qué color es mi esperma?
-Dorado. Es como oro líquido.
– Yo creo que es más oscuro cada día… ¿Quieres decir que no me estoy pudriendo de dentro hacia fuera?
-No. Estás Bien.
Fotograma de Il Futuro, de Alicia Scherson.
Durante esta secuencia, el anciano y la joven abrazan sus cuerpos desnudos mientras acarician sus manos. Y justo entonces descubrimos que Scherson le ha sido infiel a Bolaño. La Bianca de la película nunca se avergonzaría de sentir amor por un viejo gordo y torpe, porque esta Bianca asciende de los infiernos en el preciso momento en el que se desnuda para Maciste. Quizás sucede así porque, aún siendo menos joven y fornido, Rutger Hauer estará siempre en condiciones de enamorar a cualquiera. Sea como sea, la protagonista de Il futuro jamás se cuestiona si debe delinquir o amar; tampoco se pregunta si Maciste es su víctima, su jefe o su amante. Sus sentimientos fluyen en una única dirección, y la adaptación cinematográfica discurre por sí misma.
En alguna entrevista previa al estreno de Il futuro, Alicia Scherson declaró estar segura de que la obra sería reconocida por sus méritos cinematográficos independientemente del «boom Bolaño». No es para menos. La misteriosa fotografía y la música experimental nos sumergen a veces en las tinieblas de un ciego, en la soledad de una huérfana durante todo el tiempo. La dirección convierte a las metáforas literarias en depuradas alegorías audiovisuales: Bianca descorre al fin una cortina y deja que la luz, de la que huye desde la muerte de sus padres, ilumine su rostro y a Maciste, que yace en un sofá desnudo y enfermo. Las pequeñas modificaciones del guion se transforman en grandiosos aciertos: Bianca no está soñando cuando Maciste sale a la calle dispuesto a recuperarla.
Podría seguir escribiendo acerca del buen trabajo que hace el resto del reparto, y de los guiños que la cineasta hace a los grandes del género (el comienzo del film es hitchcockiano), así como a sus profesionales aliados (no en vano, Maciste sería una «Jirafa» ciega). Podría hablar largo y tendido de las otras muchas buenas cosas que nos ofrece la película, pero en fin… Como ya he referido al comienzo del artículo, le doy las gracias a mi escritor, Roberto Bolaño, por descubrirme a tanta gente buena del entorno… Vale, vale… Está bien… Me despojo de mis resentimientos; consiento incluso que los llaméis celos. Enhorabuena, entrometida huev… Muchas gracias por este insuperable homenaje que es Il futuro, Alicia Scherson.